El día que decidí empezar por mí

Hubo un momento en mi vida en el que me sentía vacía, desconectada de lo que era y de lo que soñaba ser. Vivía para cumplir expectativas, para agradar, para sostener rutinas que me agotaban. Todo cambió el día que me hice una pregunta que sonó como un susurro en el alma:
“¿Qué pasaría si empezás a tratarte como tratás a las personas que amás?”

Ese día empezó mi camino hacia el amor propio. No fue fácil, ni rápido. Pero fue real. Y desde que empecé a amarme a mí misma, muchas cosas en mi vida cambiaron profundamente.

Hoy quiero contártelas, porque tal vez estés en ese punto. Y porque merecés saber que tu vida también puede cambiar cuando decidís elegirte.

1. Aprendí a decir que no sin sentir culpa

Una de las primeras cosas que empecé a practicar fue poner límites sanos. Antes decía que sí a todo. Me costaba decir que no por miedo a decepcionar, a generar conflicto, o simplemente a que no me quieran.

Pero el amor propio me enseñó que decir que no a otros muchas veces es decirme sí a mí. A mi tiempo, a mi energía, a mi paz.

Hoy, si algo me incomoda o me aleja de quien quiero ser, simplemente no lo acepto. No necesito justificarme tanto. Mi bienestar ya no es negociable.


2. Empecé a hablarme con más cariño

Antes mi diálogo interno era durísimo. Me decía cosas como:

  • “No te da la cabeza.”

  • “Siempre te falta algo.”

  • “Nunca vas a poder sostenerlo.”

Hoy aprendí que lo que me digo influye más que lo que otros piensen de mí. Empecé a hablarme como le hablaría a una amiga que está dando lo mejor que puede.

A veces me equivoco, sí. Pero ya no me castigo. Me abrazo, aprendo, y sigo.


3. Cambié mi forma de priorizar: ahora yo también estoy en la lista

Antes todos estaban antes que yo: mis hijas, el trabajo, las obligaciones. Y yo quedaba al final del día, cansada, vacía, pospuesta.

El amor propio me enseñó que no es egoísmo priorizarme, cuidarme, darme espacio para respirar. Empecé a hacer cosas por y para mí, aunque fueran pequeñas:

  • Caminar sola escuchando música.

  • Escribir un rato.

  • Decidir sin pedir permiso.

No tengo todo resuelto, pero hoy yo también estoy en mi lista de prioridades.
✍️ Algo que me ayudó mucho en este proceso fue crear mi propio espacio para planificar, organizar mis días y conectar conmigo.
👉 Por eso armé este combo de planners que uso todos los días para mantenerme enfocada y motivada.
👉 Conocelo acá


4. Empecé a elegir con intención (no por miedo)

Durante mucho tiempo tomé decisiones por miedo: al qué dirán, a quedarme sola, a perder algo. Hoy elijo desde otro lugar.

Cuando te amás, empezás a ver qué querés de verdad, no lo que otros esperan de vos.
Y eso cambia TODO.

Elegí soltar relaciones que me drenaban. Cambié trabajos que ya no me hacían bien. Invertí tiempo en proyectos que reflejan mi esencia. No fue fácil, pero fue liberador.


5. Cambió mi forma de ver el cuerpo

Amarme también me ayudó a reconciliarme con mi cuerpo. Ya no lo veo como algo que tiene que encajar en un molde o cumplir con estándares imposibles.

Hoy lo veo como el hogar que me sostiene cada día. Lo escucho, lo cuido, lo agradezco. Algunas veces no me gusta todo, pero ya no hay odio ni castigo, hay amor y respeto.


6. Empecé a atraer relaciones más sanas

Una vez leí: “Uno atrae lo que cree que merece.”
Y me hizo clic. Porque antes atraía vínculos donde no había equilibrio, ni respeto, ni verdadera reciprocidad.

Al trabajar en mi autoestima, empecé a poner la vara más alta. Ya no me conformo con migajas. Sé lo que doy, sé lo que valgo. Y si algo no me aporta paz, no se queda.


7. Me volví más paciente conmigo

El proceso de amarme no fue mágico ni rápido. Tuvo recaídas, dudas, momentos de tristeza. Pero aprendí a respetar mis tiempos, a darme espacio, a saber que incluso cuando no todo va bien, yo sigo ahí para mí.

Antes quería resultados inmediatos. Hoy disfruto más del camino. Me celebro cuando avanzo, y me abrazo cuando freno.


8. Dejé de buscar validación externa

Una de las transformaciones más poderosas fue dejar de vivir pendiente de la aprobación ajena. Antes necesitaba que otros me confirmen si estaba haciendo bien las cosas. Si era suficiente.

Ahora mi validación viene desde adentro. Claro que me importa mi comunidad, mi familia, mis seres queridos. Pero ya no necesito gustarle a todo el mundo para sentirme valiosa.


9. Me animé a soñar en grande

Cuando te amás, te animás a pensar en posibilidades nuevas. De repente, eso que parecía imposible empieza a sentirse alcanzable. Te da coraje para probar, para equivocarte, para seguir.

Empecé a proyectar negocios propios, nuevos hábitos, mudanzas, hasta nuevas formas de vivir. Hoy creo que sí se puede, porque me creo capaz.


10. Aprendí que amarme es un proceso, no un destino

No hay un día mágico en que uno se “ama para siempre”. Es un vínculo con una misma, que se cultiva, se trabaja y se elige todos los días.

Hay días buenos y días más duros. Pero el cambio más grande fue este: ya no me abandono. Estoy acá para mí. Aunque nadie lo vea, aunque no sea perfecto, aunque cueste.


Conclusión: Amarte cambia tu vida desde adentro

Amarse no es un acto egoísta. Es una revolución silenciosa, profunda y poderosa.
Es decidir ser tu propia prioridad, cuidarte como cuidás a los que amás, respetar tus procesos y hablarte con ternura.

Cuando empezás a amarte, todo lo demás empieza a acomodarse: tus relaciones, tu energía, tus decisiones, tu bienestar.

No esperes a que todo esté perfecto para empezar. Empezá con un gesto: un “no” necesario, una comida que te hace bien, una palabra amable hacia vos.
Y vas a ver cómo todo se transforma.

💛 Si este contenido te inspiró y querés empezar a organizarte con intención, te invito a conocer mi combo de planners imprimibles y digitales.
Están pensados para ayudarte a priorizarte, planificar sin estrés y reconectar con lo que soñás.

👉 Descargalo acá